El plan de Israel después de ingresar a Gaza

Siempre se sabe cuando comienza una guerra, nunca cuando termina. La inminente invasión israelí a la Franja bajo control de Hamas abre una serie de interrogantes que por ahora no tienen respuesta.

Un vehículo blindado de transporte de tropas (APC) israelí toma posición cerca de la frontera de Israel con la Franja de Gaza, en el sur de Israel.

infobae. 22 de Octubre.- No se puede comenzar una guerra sin tener un plan para salir de ella. Esto es algo que se plantean todos los generales desde la Antigüedad. Israel está a punto de lanzar una ofensiva sobre la Franja de Gaza para desterrar de allí a los milicianos de Hamas, el grupo terrorista islámico que mantiene el poder sobre sus 2,3 millones de habitantes desde hace 16 años. Pero no hay indicios claros de lo que prevé para el futuro de esa gente. ¿Se convertirá en una fuerza de ocupación? ¿Por cuánto tiempo? ¿Entregará el poder a la Autoridad Palestina que gobierna en Cisjordania o un organismo internacional? ¿Qué harán los otros poderes regionales una vez que se produzca el vacío de poder en Gaza?

Hasta ahora, sólo habló el ministro de Defensa, Yoav Gallant, el primer funcionario israelí en exponer las líneas generales que conectan tanto los planes de guerra de Israel como sus objetivos de posguerra para Gaza. En su intervención ante la Comisión de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knesset, describió la guerra y la posguerra en tres etapas. Dijo que las IDF, las Fuerzas de Defensa israelíes, están todavía en la primera etapa de utilizar el poder aéreo y los ataques a larga distancia contra Hamas, con una invasión terrestre en camino. Predijo que esa incursión derrotaría ampliamente a las fuerzas de Hamás, creando una nueva realidad con su poder abrumador en Gaza.

En la segunda fase, Gallant dijo que tendrían que librar una batalla de contrainsurgencia a niveles inferiores. Esto incluiría resistir a las tácticas de guerra de guerrillas más pequeñas de Hamás y otros grupos yihadistas, que pueden haberse escondido entre la población civil pero que pretenden seguir resistiendo de forma intermitente en momentos estratégicos y utilizando tácticas asimétricas, como métodos de ataque y huida.

El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, en una arenga a los soldados que se encuentran a acantonados en la frontera con Gaza.

Suponiendo que las tropas israelíes acaben con estos focos de guerra de guerrillas o los reduzcan lo suficiente, Israel trataría entonces, según Gallant, de “quitarse de encima la responsabilidad sobre la vida en Gaza y la creación de una nueva realidad de seguridad para los ciudadanos de Israel y para los residentes de Gaza”. Además, dejó más claro que ningún otro funcionario que Israel no quiere reconquistar y ocupar permanentemente Gaza.

Sin embargo, en esta visión de Gallant no se especifica qué sucedería una vez que Israel considere terminado su trabajo de remoción de cualquier resistencia. ¿Quién va a gobernar el enclave: la Autoridad Palestina, la ONU, otra fuerza multinacional, un híbrido de todo lo anterior? El jefe del Consejo de Seguridad Nacional, Tzachi Hanegbi, había sido el primero en mencionar una dimensión internacional en la gestión de Gaza tras la invasión terrestre, pero el programa de Gallant no lo especifica. Es probable que no haya aún un plan determinado al respecto. Lo que sí deja claro la estrategia planteada por el ministro de Defensa es que es probable que Israel se enfrente a una insurgencia prolongada utilizando tácticas de guerra de guerrillas incluso después de “ganar” la inminente invasión terrestre.

Siempre se sabe cuándo las guerras comienzan, nunca cuando terminan. Estados Unidos nunca se planteó ser una fuerza de ocupación en Afganistán. Sin embargo, sus tropas estuvieron allí empantanadas durante 20 años. Lo mismo sucedió en Irak por casi una década. En ambos casos, derrotar a las filiales locales de Al Qaeda significó permanecer como fuerza disuasoria por mucho más tiempo. La dimensión de la Franja de Gaza, apenas 40 kilómetros de largo por entre 6 y 12 kilómetros de ancho, es incomparable con enormes y complejos territorios de países, pero el desafío no es mucho menor.

Humo provocado por la explosión de un misil israelí, este viernes, en el barrio de Tel al Hawa, en Gaza.

Hamás va a plantear una guerra de guerrillas en un territorio marcado por centenares de kilómetros de túneles que pasan por debajo de la ciudad. Esto va a ser una complicación extraordinaria para las fuerzas terrestres, donde la artillería va a tener muy poco que decir en ese tipo de enfrentamientos. No se sabe exactamente cuántos combatientes tiene Hamás. Se calcula que son unos 20.000 con entrenamiento de elite proporcionado por la Guardia Revolucionaria iraní, y otros 5.000 o 6.000 que dan apoyo. Tal vez, cuenten con unos miles de civiles más que se sumen a la lucha en forma espontánea. Israel tiene 100.000 efectivos preparados para el ataque en las afueras de Gaza con unos 40.000 de las fuerzas especiales que son los que entrarán para intentar limpiar esos túneles.

El factor determinante, sin embargo, son los rehenes. Se sabe que Hamás tiene, al menos, 200 y podrían ser más. Los utilizarán de escudos humanos. Se trata de fanáticos religiosos capaces de realizar cualquier barbaridad y los ejecutarán si se ven perdidos. Pero también saben que esos secuestrados son la única moneda de intercambio que tienen. La vida de estas personas es una espada que pende sobre la cabeza de cada uno de los soldados y oficiales del ejército israelí que participen de esta invasión. La opinión pública israelí se moverá de acuerdo al resultado que sus tropas obtengan sobre la liberación de los rehenes. Recibirán un mayor o menor apoyo de acuerdo a lo que suceda con los compatriotas que se llevaron.

El antecedente más inmediato que se tenga sobre una invasión de este tipo sobre una zona densamente poblada y tomada por fanáticos islamistas es la batalla que emprendió el ejército iraquí para reconquistar Mosul, la segunda ciudad del país, cuando estaba en manos del ISIS. Se desarrolló entre octubre de 2016 y julio de 2017.Se enfrentaron unos 8.000/10.000 milicianos del Estado Islámico contra unos 60.000 soldados iraquíes y otros 40.000 combatientes kurdos. Todo, sobre un territorio densamente poblado con más de un millón de civiles a los que el ISIS les impidió salir de la ciudad. Fueron nueve meses de feroces combates en los que murieron entre 11.000 y 20.000 civiles. Fue la batalla decisiva que fue el principio del fin, unos meses más tarde, del califato que habían levantado los terroristas entre Irak y Siria. El gobierno central de Bagdad logró imponer nuevamente su poder y desde entonces se realiza una exitosa reconstrucción casi total de la ciudad.

Soldados iraquíes se preparan para la batalla de Mosul, en 2016. Este escenario tiene similitudes con el que afrontarán los israelíes en Gaza.

La gran diferencia entre este antecedente y su consecuencia política posterior es que allí había un estado presente que ocupó de inmediato el vacío de poder y tomó la responsabilidad de la reconstrucción social y económica.

También está el antecedente de la anterior invasión israelí a Gaza en 2014. Las FDI lanzaron una invasión terrestre de la franja el 7 de agosto de 2014 con el objetivo de destruir la extensa red de túneles subterráneos de Hamas. Al final, demolieron casi tres docenas de pasadizos bajo tierra, dificultando la capacidad del grupo para llevar a cabo ataques terroristas a gran escala, al menos hasta el 7 de octubre de 2023, cuando Hamás desató la masacre de judíos más sangrienta en un solo día desde el Holocausto, matando a más de 1.400 israelíes.

La violencia de la guerra de 2014 duró 50 días, hasta que Israel y Gaza acordaron un alto el fuego el 26 de agosto de ese año. Israel dejó en manos del enemigo la administración del enclave. Se entendió como “lo menos malo” ante la circunstancia de gobernar a dos millones de personas. “En 2014, ya se reconocía que la Gaza de Hamás servía a Israel como un flanco útil. Demostró que Israel no tenía a nadie con quien negociar”, explica Paul Scham, analista del Instituto de Oriente Medio, en un ensayo. Ahora, según Scham, “el cálculo es muy diferente, porque los horrendos ataques de Hamás significan que el público israelí quiere sangre, literalmente”. Pero lo que significa para Israel conseguir acabar con el dominio de Hamás sigue siendo una incógnita, según Scham. “No veo cómo Israel puede destruir a Hamás y desterrarlo para siempre”, dice. “Me parece que el aplastamiento de Hamás es un eslogan político”. Recuerda que el alcance de Hamás se extiende mucho más allá de Gaza, con sus bases en Cisjordania y algunos de sus dirigentes residiendo en Qatar. “Creo que Israel se ha fijado un objetivo muy difícil y aún no tiene un plan concreto para cuando tenga que entregar el poder. Tendrá que calcular muy bien si quiere hacer lo mismo que hizo en 2014 o si busca otro tipo de salida”, comenta Scham.

Mukesh Kapila, ex funcionario de la ONU, escribió para CNN Opinion que no hay forma fácil de llevar a cabo guerras urbanas: “Son preferibles las cortas dejando al enemigo lo suficientemente debilitado como para que no vuelva a intentar un ataque en mucho tiempo y, a la vez, tenga que lidiar con su propia gente desplazada. Desgraciadamente, eso conlleva una guerra de alta intensidad y muchas bajas”.

Manifestación anti-israelí en Teherán con banderas del Hezbollah y Hamás. ¿Se unirá Irán a la guerra y enfrentará al ejército israelí?

Varios analistas están advirtiendo a Israel que no intente convertirse en un ejército de ocupación y que limite lo máximo posible su intervención en Gaza. En Foreign Affairs, Audrey Kurth Cronin aconseja a Israel que deje claro que los civiles palestinos no son sus enemigos, advirtiendo: “Una opresión militar abrumadora en Gaza sería contraproducente, agitando el apoyo a la resistencia y alineando a los adversarios de Israel en su contra”. Y en otro ensayo de la misma revista especializada, Marc Lynch dice que “el peor escenario para Israel es una contrainsurgencia prolongada en un entorno singularmente hostil en el que la gente ya no tiene nada que perder”. También advierte que “lo más probable es el conflicto no se limite a Gaza, habrá enfrentamientos en Cisjordania y en las fronteras con Siria y El Líbano, sino una intervención directa de estos otros actores”.

Y está el factor humanitario que va a determinar, al menos, los tiempos de una invasión y su salida. Algo que ya está en desarrollo. Los 2,3 millones de personas que viven en la Franja, un 42% de ellos menores de 14 años, no tienen dónde escapar si Egipto no abre su frontera a los refugiados. El Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (OOPS) advierte de que Gaza “se está quedando sin vida”, ya que los suministros esenciales de alimentos, agua, combustible y medicinas están alcanzando mínimos críticos. Toda la Franja corre peligro de quedarse sin agua… Las insostenibles condiciones y el bien documentado sufrimiento humano dentro de Gaza, junto con el escaso éxito en aliviar esas condiciones hasta ahora, podrían alimentar la inestabilidad en la región en general y en Occidente por un largo período”. En el diario israelí Haaretz, el prestigioso columnista Gideon Levy subraya lo mucho que podrían empeorar las cosas con la invasión israelí: “¿Adónde irán los palestinos de Gaza? ¿Dónde se esconderán? ¿Dónde encontrarán refugio? Tal vez en el mar. No hay electricidad, ni agua, ni medicinas, ni Internet. Esta expulsión es un castigo colectivo masivo que constituye un presagio de lo que está por venir…No podemos invadir y salir sin hacer nada por esa gente”.

Nuevamente, la entrada a la guerra, la esperada invasión, tiene algunas pocas certidumbres. El fin de las mismas y lo que ocurra en el medio, es una total incógnita. Israel se enfrenta a uno de los desafíos mas extremos de su historia.

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